Mujer mayor y cuidados

Durante estos últimos meses los cuidados a las personas se ha vuelto un tema de gran actualidad.

Desde la calle, desde las ciudadanas y ciudadanos se están sacando a la luz las necesidades,  grandes deficiencias y desigualdades que en torno a los mismos existen en nuestra sociedad más cercana: en nuestros barrios, en nuestros pueblos, en nuestras ciudades… Y asistimos también como desde las instituciones se organizan eventos y congresos varios, en un intento de limpieza de cara  ante esta realidad tan acuciante y necesaria para la mayoría de la población; realidad que comienza con el cuidado de las criaturas más pequeñas, hasta el poder disfrutar de una vida con dignidad en nuestros últimos años.

La mayoría de las veces en unos y otros análisis se nos ofrece, u ofrecemos, una visión sesgada, aparentemente neutra sobre las condiciones y recursos de los cuidados que necesitamos.

Pero las mujeres, las mujeres mayores, las mujeres viejas sufrimos una realidad muy diferente a la de nuestros compañeros.

Basta con echar un vistazo a nuestro entorno, en la calle, en los parques, en las tiendas para darnos cuenta de la imagen de “falsa” autonomía personal que hace que muchas mujeres muy mayores deban de arreglársela solas. Diferencia muy acentuada comparándola con hombres de su misma edad y necesidad de cuidados. Estos últimos suelen tener la suerte de poder ser cuidados por sus esposas y compañeras, por sus hijas y a veces por sus hijos, o por ayuda externa, con trabajadoras.

¿Qué ocurre?, ¿ Qué a las mujeres nos duelen menos las rodillas, la espalda o el corazón? No creo, nos duelen parecidos. Pero nuestro rol de cuidadoras durante toda la vida, nos obliga a seguir haciéndolo aún en condiciones en que nuestros cuerpos están cansados.

Nuestros papel de madre y abuela amorosa nos alienta a seguir cuidando de nuestra prole  con pseudohalagos cómo que los nietos y nietas nos adoran, o que conque como la comida de la madre ninguna. Nuestro rol de esposas cuidadoras nos hace creer que el compañero que tenemos al lado no es capaz de hacer apenas nada sin nuestra supervisión, y todo ello en situaciones en que somos nosotras las que merecemos y debemos ser cuidadas.

Nos duele muchas veces el cuerpo, pero sobre todo los duele el bolsillo. Muchas de nosotros, más de 100000 en nuestro pueblo no podemos permitirnos ayudas externas con las que poder llevar una vida digna en nuestros años de vejez. Aún con ayudas públicas nuestra pensión, cuando la tenemos, no nos da margen para ello.

Por ello, ahora más que nunca, y como siempre  exigiéndolo a quien corresponda, se deberán de poner todos los medios para que nuestra vejez la podamos vivir también en igualdad. 

1080 euros de pensión mínima para todas las personas. Y para todas también, Servicios de cuidados universales y públicos.

Arantza Corrales

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